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miércoles, 24 de agosto de 2011

Los niños ladrilleros


Los llaman los "niños ladrilleros", son una de las caras de la pobreza típicas del Perú. Los utilizan especialmente para producir y manipular ladrillos, porque como son niños, tienen muy baja estatura y eso favorece la producción en serie. Se contaminan rápidamente, se intoxican con el polvo, se ponen amarillentos, se enferman seriamente. Todo por unas monedas.
Es una de las formas de la explotación inmisericorde de niños en tareas que amenazan su salud, que la OIT denuncio en el Día Mundial contra el trabajo infantil que se termina de llevar a cabo.
Hay em el mundo 215 millones de niños que "trabajan" cuando deberían estar en la escuela,jugando o socializando.
Entre ellos mas de la mitad están en labores que la OIT denomina "trabajos peligrosos". Entre ellos en la agricultura, la minería y la construcción, en las que sus débiles organismos están expuestos a pesticidas tóxicos, herramientas y maquinarias peligrosas, cargas pesadas, explosivos y temperaturas extremas. En muchos casos en tareas repetitivas y tediosas, en aislamiento y denigrados, lejos de sus familias.
A ello se suman actualmente las nuevas formas del trabajo infantil: la explotación sexual, su utilización en el narcotrafico, los trasplantes clandestinos de órganos y la pornografía infantil en internet.
Resalta Juan Somavia, director general de OIT, "la persistencia del trabajo infantil es reveladora del modelo de crecimiento que tenemos en la actualidad. Es urgente terminar con trabajos que afectan la seguridad, la salud y la moral de los niños."
En América latina los niños de 5 a 17 que trabajan son mas de 14 millones. Un país entero de tamaño medio. son 2 millones en el Perú, 3 millones en México y cifras significativas en las mayoría de los países. Mas de 10 millones lo hacen en tareas peligrosas para su integridad física y psicológica.
Muchos son invisibles a los ojos como los "ladrilleros" o los niños que revisan los basurales.
Pero otros están ante la vista colectiva diariamente: los "niños de la calle". Excluidos de todo tiran fuegos al aire en los semáforos para conseguir una limosna, o como sucede en Bogotá duermen a la noche con perros o cubiertos de diarios ara tener un poco de calor frente al frío.
Los pretextos están a la orden del día: es formativo que trabajen, no quieren estudiar,con esto aprenderán para el futuro. son burdas justificaciones para "malas conciencias". el trabajo infantil es causa central de las altas cifras de deserción escolar.A pesar de avances, entre el 20% mas pobre, el 12% de los niños no completan la primaria, y en los niños indígenas o de origen afroamericano es el 20%.
Por otra parte en ese mismo 29% mas pobre,solo uno de cada cuatro niños finaliza la secundaria. Ello los condena virtualmente a la pobreza y la marginalidad. Pero ademas, se los coloca en altos riesgos de salud, y se les "roba" la infancia.
Enfrentar esta explotación indigna requiere actuar legalmente, pero también encarar sus causas ultimas.
Darles acceso real a la educación, protección social, deporte, socialización y abrir oportunidades laborales a los padres.
Todos, políticas publicas, empresas, sociedad civil y cada ciudadano deben sumarse para evitar que continué esta intolerable indignidad ética.

Bernardo Kliksberg ( autor entre otros del best seller "Escandalos Eticos")

jueves, 18 de agosto de 2011

30.000 NIÑOS MENORES DE 5 AÑOS MUEREN POR DÍA A CAUSA DE LA POBREZA

7 millones no llegan a cumplir su primer año de vida por este motivo.
1 de cada 4 vive en familias con ingresos menores a 1 euro diario, en situación de pobreza extrema, y 30.000 menores de cinco años mueren cada día a consecuencia de esta pobreza.
El 70% de estos once millones

de fallecimientos anuales se debe a la malnutrición o a enfermedades fácilmente tratables en países ricos, como infecciones respiratorias, diarreas o malaria.
La pobreza, los conflictos bélicos o el sida son algunas de las causas de la mortalidad infantil en todo el mundo, aunque no solo provocan la muerte, sino que también tienen otros efectos. Estos factores, unidos a la debilidad de los gobiernos y la discriminación privan a la infancia de la protección que necesitan contra el abuso y la explotación y les excluye del acceso la educación, a la atención sanitaria y a servicios básicos.
Los convierte en la practica totalidad de los casos, en lo que UNICEF ha venido a llamar "invisibles".
Colectivos con mayor riesgo
Entre los menores. existen ciertos colectivos que corren un mayor riesgo de ser olvidados, invisibles, para los estados, para la sociedad, para os organismos internacionales, para las estadísticas y para ti...
Así, se calcula que mas de la mitad de los nacimientos que se producen en los países en desarrollo no se inscriben, lo que priva a estos niños de uno de sus derechos básicos: el reconocimiento como ciudadanos. Ello conlleva múltiples consecuencias, como la imposibilidad de ser escolarizados porque no disponen del certificado de nacimiento preceptivo para formalizar la matricula en un centro,no ser reconocidos como miembros de la sociedad en la que viven también por falta de ese certificado, o la privación de asistencia sanitaria ya que no poseen identidad oficial.
Tampoco a los niños huérfanos, los que viven en la calle o en centros de detención se les trata como se debiera atendiendo a su condición de población infantil y se les priva de sus derechos fundamentales.
En el mundo en desarrollo hay aproximadamente 1 de cada 13 que han perdido al menos uno de sus progenitores, decenas de millones de niños pasan gran parte de sus vidas en las calles y mas de 1 millón viven en centros de detención.
Todos ellos son especialmente vulnerables a los abusos y las consecuencias de la pobreza y de la violencia.
Y son mas propensos aun a formar parte de la infancia invisible.
Otro colectivo con mayores posibilidades de verse excluido es el de quienes desempeñan tares propias de de los adultos, trabajando, contrayendo matrimonio antes de la mayoría de edad o participando en conflictos armados.
Se calcula que son cientos de miles los que se ven inmersos en estas contiendas como combatientes, mensajeros, porteadores, cocineros...
Y son alrededor de 80 millones de niñas en todo el mundo las que son obligadas a casarse incluo mucho antes de cumplir los 18 años. Otros 171 millones de menores trabajan en condiciones peligrosas y con maquinaria poco segura en fabricas, minas y en la agricultura.
Ahora ya lo sabes...
Algo hay en tu mano para cambiar esta realidad.
Conocer es bueno, reflexionar sobre lo que se conoce es mejor, pero todo es inútil sino se actúa en consecuencia.

lunes, 11 de abril de 2011

Gracias Rolando Hanglin


Los hijos de la noche

Por Rolando Hanglin




Pensándolo bien: ¿Qué tiene que hacer un chico de 16 años, a las cinco de la madrugada, en las inmediaciones de la Ruta Panamericana, después de bailar en Pachá? ¿Qué tienen que hacer todos nuestros hijos adolescentes, de 12 a 19 años, en boliches donde se fuma, se bebe alcohol, se estropea el oído, se gritan insensateces y en cualquier momento se muere en la humareda de un incendio, o a manos de los desalmados que abundan a esas horas?
No son horas.
La clase media argentina, tradicional reserva de talentos que ha producido a Domingo F. Sarmiento, a Juan B. Alberdi, a Juan B. Justo, a René Favaloro, a Luis Sandrini, a Ricardo Lorenzetti, a Gerardo Sofovich, debe buscar en sus entrañas y lanzarse a una profunda mutación.
De vuelta al estudio, el trabajo, el ahorro. Como ha sido siempre, antes.
Los adolescentes no tienen ninguna necesidad de bailar. No es uno de los derechos humanos. La prueba está en que, si se le impide dormir a una persona, enloquece y muere. En cambio, se lo deja sin bailar y sigue contento y feliz. No pasa nada.
Si los teenagers quieren reunirse, pueden hacerlo en las casas de familia, como ha sido siempre. Con la música bajita, porque los vecinos descansan. Sin fumar ni beber. Hasta las doce de la noche. Y después, a dormir. ¿Cuál es el problema? Dormir es sano y necesario, porque mañana hay que levantarse a las 8 para jugar al rugby, o al hockey, o al fútbol, o repasar una materia. Como ha sido siempre y como sigue siendo en países serios como Canadá, Japón o Inglaterra.
¿Que la industria de la noche es un negocio lícito y produce ganancias importantes? Perfecto, que los señores de la noche hagan su negocio, como hasta ahora. Pero sólo para adultos. Que llegan en su auto y, si quieren, con su chofer. Por mí pueden emborracharse hasta quedar catatónicos: pero entre cuatro paredes y siendo mayores de 21 años. En la calle y manejando: no.
Nuestros hijos no deberían alquilar una Combi (en realidad, la pagamos nosotros) para llegar al boliche a las 2 de la mañana con la sagrada misión de "cagarse de risa" hasta las 5 y media. Es una locura. Es tentar a la desgracia. No lo permitamos.
La verdad que no confesamos es que nuestros hijos de 15 años salen de noche y beben aunque esté prohibido, porque existen "salones de fiestas" que son discotecas encubiertas, y en nuestro medio es fácil burlar la ley. Sobre todo si los padres no sabemos decir que no, cuando nuestros encantadores mocosos nos rezongan que "todos tienen permiso", "todos van", "todos lo hacen", "soy el único tarado", "soy la única pavota". Entonces, todos los viernes y sábados hay un cumpleaños, una despedida, un fin de curso, un recital, una fiesta del colegio tal o del liceo cual. En resumen, los adolescentes borrachos y circulando por las rutas hasta el amanecer.
Los "viajes de egresados" son un invento maldito. Primero: los chicos no han egresado de ninguna parte. Apenas acaban de terminar malamente un año, y deben rendir materias. No están egresando. No tienen por qué viajar. Y menos a Bariloche u otros sitios, lejos del control de sus padres, con el exclusivo propósito de producir aturdimiento, ebriedades, desórdenes sexuales y destrozos en los hoteles. ¿Cuál es la idea y quién la instaló?
La verdadera fiesta de egresados es, originariamente, un hecho institucional: se trata de un acto en el cual los alumnos que terminan su secundario presentan a sus familias, reciben sus diplomas, se despiden del colegio y, a veces, bailan. Todo supervisado por el rector y los profesores. Punto.
La nocturnidad adolescente es una creación siniestra que lleva la marca argentina en el orillo, porque ninguna sociedad del mundo la permite. Ni los católicos, ni los socialistas, ni los neoliberales, ni los protestantes... ¡No hablemos de los islámicos!
Mediante la nocturnidad, hemos establecido que los jóvenes se van de sus casas, después de descansar un rato, a las dos de la mañana. Llegan como pueden a las proximidades de una discoteca. Por lo general, están borrachos al arribar a la puerta, debido a la simpática "previa". En esas largas filas de espera, hay chicas que venden "petes" o "besos por un peso", para pagar la entrada, otras que exhiben el documento de la hermana mayor para que las dejen pasar, y no faltan los muchachitos que vomitan en la vereda o caen desvanecidos. Frecuentemente, se pegan e insultan. A la salida, en la desbandada del amanecer, ocurren las desgracias.
De la juventud del "amor y paz", sonrisas alucinadas, pies descalzos, un porrito, el sonido de voces y guitarras, el sexo libre (pero sano y sin violencia) hemos pasado en pocos años a esta cabalgata de barras bravas, haciendo "pogo". Sin embargo, son las mismas edades adolescentes, con las mismas caras puras y cuerpos vírgenes. ¿Cómo fue? ¿Cómo hicimos la metamorfosis de "una chica moderna" a "un gato"?
Naturalmente, a la madrugada, los padres yacen desmayados en sus camas. Hoy día se trabaja mucho. No se les puede pedir a papá y mamá que arranquen el auto o pidan un remise a las 6 de la mañana para salir a campear a los hijos e hijas por los inmensos bailables del conurbano. Físicamente, no pueden. Se ha creado así un mundo aparte, un universo de adolescentes completamente separados de sus familias. El mundo del alba es uno, el de la noche es otro. Los chicos viven de noche y duermen de día. Duermen en el colegio, en la playa, en la iglesia y en sus casas. Duermen, duermen, duermen. Cuando despiertan, se sientan frente a la computadora, frotándose los pelos, a leer disparates, o se aferran al celular para enviar mensajes de texto donde todo se escribe sin hache y sin acento.
Cuando nosotros no estemos: ¿De qué van a vivir estos adolescentes, que a los treinta años todavía están meditando sobre "cual es mi verdadera vocación"? ¿Cómo se ganarán el pan, vendiendo drogas?
Hemos hecho un estropicio. Nosotros, los padres de clase media.
Dicen que toda persona tiene derecho a poseer un sueño. Yo, por de pronto, tengo el mío. Una juventud sana, que salga del ruido, la noche, la droga, la ignorancia y lo "divertido". Que se entregue al día, al silencio, al estudio, al deporte, a la cultura, a la familia.
Alguno me dirá que este es el mismo ideal de "Mi hijo el dotor", que escribió Florencio Sánchez en 1930. Sí, es lo mismo. ¿Alguien tiene una idea mejor?
(Dedicado a la memoria de Florentino Sanguinetti, severo profesor y respetado rector de un gran colegio).